jueves, 30 de abril de 2015

Quiero ser sensible

Durante toda mi vida me consideré una persona extremadamente sensible; sentía y vivía cada situación intensamente, como si el mundo se acabara en ese momento. 

Cuando sufría, lo más profundo de mis entrañas se removía y daba paso a un torbellino de sensaciones y reacciones que en muchas ocasiones derivaba en daño, sobre todo para mi. 

Tuve muchas heridas sin sanar, cosas muy simples que marcaron mi vida sin proponérmelo, porque eso es lo que sucede con las emociones, aparecen. 

La culpa, el miedo, la inseguridad… en diferentes tipos de relaciones, repitiendo modelos y patrones; ocultando así mi verdadera sensibilidad, mi capacidad para vivir intensa y apasionadamente. Acompañar… no sabía que era esa palabra. 

Y vuelves tú, maestro de mi vida, a mostrarme la cara dulce de la sensibilidad, a ofrecerme en tu espejo lo que he aprendido de ella, y a decirme que no la esconda, que la utilice para mi equilibrio, para mi felicidad. 

Me enseñas que vivir en esa montaña rusa de emociones, es también un modo de vivir, que somos capaces de gestionar nuestras vidas. Me muestras la aceptación. Porque te acepto… en el mismo instante en que me acepto. 

Y llorar ya no es un problema, es un modo de expresar. Y reír a carcajadas no hace daño, es otro modo de liberar. 

Te veo dar vueltas sobre tu cuerpo mientras dices: “¡Me encanta divertirme!”… cuando hace apenas unas horas gritabas desgarrado porque yo no estaba, y doy gracias a la vida por tenerte, por tenerles. Por que de tu mano he descubierto tanto dentro de mi, que me apetece compartirlo contigo. 

Estás aprendiendo, es tu vida, tu camino… necesito aceptar el que he andado para luego mirarte a los ojos y callar, y permitirte caminar. Porque eres capaz de vivir la vida intensamente. Porque viniste a este mundo siendo sensible, porque yo también quiero ser sensible. 

Gracias. 

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