martes, 1 de agosto de 2017

Cuando la motivación se transforma en inspiración

Durante muchos años motivé; se puede decir que casi toda mi vida he estado motivando. 

Desde fuera, motivaba a niños, jóvenes y adultos, para realizar cosas que les costaba, con las que realmente no se sentían cómodos y a las que tampoco veían utilidad en sus vidas. "¡Tú puedes hacerlo!" "¡Ya verás que si aguantas todo el esfuerzo merecerá la pena!". Creo que en ninguna de las ocasiones me planteé si tenía sentido o no hacer lo que estaba haciendo. 

Motivaba porque si no lo hacía no estaría actuando como una buena hermana mayor, ni como una buena hija, ni como una buena compañera, y tampoco como una buena profesional. Es curioso... mi motivación para hacerlo también estaba fuera de mi, mi motivación era hacer o ser cómo otros pensaban que sería correcto y buscar su aprobación finalmente.


Recuerdo una temporada que trabajaba con jóvenes en proyectos de formación e inserción laboral y lo importante era que obtuvieran una cualificación y un empleo, daba igual si era lo que realmente les apasionaba o no. Como en ese sector tenían mayor probabilidad de conseguir un trabajo, pues les motivaba a hacer algo que en muchos casos ni les interesaba. Y, ¿qué sucedía con los jóvenes que sí estaban por su propio interés? ¿Te apetece, a ti que me lees, responder sobre lo que ocurría con ellos? ¿Crees que era necesario motivarles?. No, ellos eran los alumnos ejemplares... ya tenían su propia motivación, no necesitaban que desde fuera se les motivara. Con la suya propia era más que suficiente. 

Motivaba apelando a "lo que es bueno para ti""lo que vas a necesitar cuando seas mayor""lo que la sociedad o tu familia espera de ti"; actuaba como si esas personas no tuvieran la capacidad de saber por sí mismos qué es bueno o no para ellos, como si sus verdaderos intereses no fueran válidos, o si no tuvieran la capacidad de afrontar los retos que se les plantean en la vida... y entre tanta motivación perdí conexión con aquellos a quienes motivaba.

Perdí la conexión con ellos porque dejé de ver y de tener en cuenta sus inquietudes reales, sus aspiraciones desde el corazón, y me centré en observar si alcanzaban aquello que desde fuera se les había marcado como objetivo, sin cuestionarme si realmente esa era la meta que ellos querían alcanzar.

Esa experiencia supuso un punto de inflexión en mi vida laboral y personal... tanto, que yo misma me cuestioné cuál era mi motivación para seguir haciendo eso y dedicarme a lo que me dedicaba, y, sobre todo, si seguía dedicándome a la educación y a la formación, cómo podría transformar ese rol

Todo ello sucedió en el mismo momento en que llegaron mis hijos a mi vida, y la transformación vino de manera natural. 



Como madre quería que mis hijos tuvieran modelos inspiradores, personas con empatía y capacidad de observar quiénes son realmente, y con habilidades creativas para acompañarles desde su motivación intrínseca. Y, nosotros como padres, igual. 

Hablar de inspiración es hablar de ofrecer un modelo que pueden seguir o no, decidiendo sin presiones si seguir ese modelo o no. 

Hablar de inspiración es hablar de tener en cuenta siempre la motivación del otro, y por tanto, asumir con humildad si podemos o no ser inspiradores, porque quizás la inspiración que necesitan vendrá de otra persona con cualidades, habilidades e inquietudes más afines a sus gustos. 

Hablar de inspiración es hablar de darte a ti mismo tu espacio para sacar también tus propias inquietudes, necesidades, y mostrarte como alguien que alcanza sus objetivos porque es lo que le apasiona en la vida, o en esas circunstancias o en ese momento vital. 

Por ello, como mamá, hablo con mis hijos de mis aficiones, de mi trabajo, de las cosas que me hacen vibrar y, de cómo saco tiempo para ellas. Les cuento cómo me inspiro de otros, cómo busco grupos en los que poder crecer y seguir alcanzando mis objetivos, desde mi propia motivación. Y, sobre todo, ellos son testigos viéndome actuar en coherencia a mi misma.

Como mamá, escucho sus preguntas, atiendo a sus explicaciones e hipótesis sobre las cosas que les interesan. Me uno a ellos para encontrar herramientas y recursos para saciar su propia motivación; aquí cuento cuando decidieron nadar o en esta otra cuando uno de ellos decidió jugar al fútbol.

Colaboro en que tengan sus tiempos y espacios para poder desarrollarlas, en la búsqueda de otras personas que les sirvan de inspiración. Y, si en algún momento parece desvanecerse alguno de esos intereses, desde la escucha y las preguntas de curiosidad les acompaño y sigo inspirado, para que ellos reflexionen, desarrollen su propia autonomía y decidan qué hacer. 

Por ello también, como mamá, decidí montar una escuela donde los niños y las niñas convivan inspirados e inspirándose, desde su motivación intrínseca. 

Y, profesionalmente, realizo formaciones y talleres en los que transformamos la motivación en inspiración, porque estoy convencida que para ser plenos en esta vida lo importante es escuchar nuestro corazón y seguir la senda que nos muestra. 

Porque cuando existe motivación desde dentro, cuando lo que haces lo haces porque te apetece y para superarte a ti mismo y superar tus propios desafíos, la motivación extrínseca deja de tener sentido... no es necesaria, lo que viene desde fuera se transforma en inspiración. 

Sabina Santana

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