martes, 19 de junio de 2012

Observar, jugar y aprender

Cuando nos convertimos en madre, padre, o educador de un pequeño, muchas veces y sin quererlo tendemos a comparar sus "hitos", sus avances y logros, con el del resto de niños que nos rodean. En ocasiones podemos incluso cuestionarnos nuestra labor como mediador o guía en esta fase de crecimiento y aprendizaje al ver que nuestro/a pequeño/a no hace lo mismo que los demás o no le interesa las mismas cosas. Y aunque sabemos que no existen dos seres humanos idénticos en ese momento parece que no lo recordamos y podemos incluso frustrarnos.

Observar a nuestro hijo/a se convierte en la clave del éxito.

¿Éxito? Sí, el éxito de conocer mejor a nuestro pequeño, sus gustos, intereses, prioridades... y saber ofrecerle alternativas de juego y ocio acordes a estos. Una manera más de vincularnos a él desde el respeto y ofrecernos como acompañantes en esta aventura de crecer y también en la de aprender.

Hace unos días participando en un congreso fabuloso (I Congreso Nacional Maternidad Multitarea), hablando en clave de educación y procesos de aprendizaje, varios de los ponentes hacían referencia a esta acción tan importante: OBSERVAR. Y, observar, también es parte fundamental para diferentes autores de diversas corrientes pedagógicas: José Antonio Marina y su "Educación para el talento", Sir Ken RobinsonHoward Gardner y la "Teoría de las Inteligencias Múltiples", y algunas más antiguas como el Método Montessori, entre otras. 

Pues eso, en observar está la clave. Pero, ¿cómo? ¿qué hago? ¿cuándo?... más y más dudas. A lo largo del día observamos de manera natural si al peque le apetece o no comer, si le ha gustado la comida, si necesita dormir, si quiere un abrazo o si por el contrario necesita su espacio. Con el juego es lo mismo: ver, sentir, ponernos en su piel, valorar, preguntar... todo de manera natural, espontánea, como espontáneo es el niño y el propio juego.

Quizás tenemos en nuestra cabeza la idea equivocada, yo la primera, de que jugar con el niño es básicamente coger un juguete y explicarle cómo se utiliza, dónde van las piezas, cuál es su correcta utilización y cómo no debe usarlo... y es en todo ese "trajín" dónde se pierde esa esencia de observar, de conocerle y por qué no decirlo, de aprender también de él. No quiero decir con esto que no juguemos con nuestros niños, que no interactuemos o que no expliquemos los usos de ciertos juguetes, ¡claro que no! nosotros somos su modelo, aprenden observándonos y compartiendo estas experiencias con nosotros. A lo que me refiero es que debemos quitarnos la loza de guiar al niño y enseñarle, y dejar que experimente y descubra por sí mismo. Cada cosa tiene su momento, y tienen que tener ese momento de exploración sin que se les juzgue, limite o se le guíe.

En esos ratitos en los que tiene "el mundo a sus pies", en el que decide qué y cómo utiliza, en el que un pedazo de papel se convierte en un coche o una pelota en un perro... es cuando realmente podemos observar. Su imaginación no tendrá limites y sacará su yo interno, el que desea ser un pirata o una jugadora de fútbol, el que ama los animales o prefiere contemplar las estrellas, el que canta a ritmo de tambores o   le entusiasma contar cuentos. el que ordena los elementos de manera muy estructurada o el que el caos es su orden... Nosotros desde la distancia le miramos descubriendo sus inquietudes y asimilándolas... eso es observar. Pensamos qué juegos ofrecerle, qué actividades proponerle y cómo preparar su entorno para que sea motivador, estimulante y apetecible... ese es el objetivo de observar.

En cuanto a las actividades, no necesitamos grandes inversiones ni rompernos la cabeza. A los niños les gusta jugar y explorar con lo que les rodea, y ¿qué mejor que contribuir al desarrollo de su imaginación reutilizando los materiales de casa?. Por ejemplo, que le gustan los coches, pues con una garrafa podemos fabricar uno... que le gustan los animales, también con una garrafa podemos fabricarlo... También contribuimos al desarrollo de la creatividad: la de ellos y también la nuestra.

Si el niño descubre que sabemos y respetamos sus gustos, que le hemos observado y que puede disfrutar de las cosas que le gusta, estará muy feliz, se sentirá querido, forjará una buena autoestima... y todo ello contribuirá al desarrollo de una personalidad equilibrada.

Y si volvemos al principio de este texto, y a lo que el niño va o no aprendiendo, es importante recordar que cada niño tiene su propio ritmo y que debemos respetarlo, pero también es cierto que cuando un niño se implica en una actividad o juego que parte de sus propios intereses cada día quiere conocer más cosas, descubrirlas... surgen las preguntas, los "¿por qué pasa esto?", y además todo lo que aprende lo aprende de manera significativa, desde su propia experiencia, disfrutando, jugando... siendo feliz.

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