En algunas ocasiones, cuando me conecto a las redes sociales, siento una punzada en el estómago. Es un pinchacito corto, rápido, pero muy potente.
En esas situaciones me pregunto cuándo nos desconectamos de las emociones de los demás, especialmente de las de los niños.
Son varias las ocasiones que veo algún meme o vídeo en el que aparece el sufrimiento de un niño como objeto de gracia, risa, burla... de los adultos que lo comparten y comentan. Imágenes que aparecen con reproducciones de más de mil personas y cientos de interacciones, como muy poco.