Soy la mayor de tres hermanos, así que en mi infancia escuché en muchas ocasiones eso de "¿se tienen celos?" "A lo mejor tiene pelusilla"... Y otras tantas cosas que hacían referencia a la relación con mis hermanos y el amor que nuestros padres nos ofrecían.
Para ello, recordé todas esas cosas que por intuición ya había puesto en práctica cuando trabajaba con niños y adolescentes que no eran mis hijos, con los que tenía que compartir mi atención y cariño. Indagué y leí mucho sobre psicología infantil, sobre las relaciones entre hermanos, sobre las necesidades y el amor que surge de las relaciones familiares, y, la frase que más caló en todo ese proceso de búsqueda fue: "cuando tienes 2 o más hijos el amor se multiplica". ¡Justo lo contrario a lo que había escuchado siempre!, eso de compartir el amor... ¡Yo era capaz de generar tanto amor como ellos necesitasen y a mi me apeteciera dar!.
Quise ser madre de varios niños, crear una familia en la que hubiera hermanos con los que compartir experiencias; yo aún recuerdo con mucho amor las horas junto a los míos,y ciertamente me parece algo mágico el vínculo que tenemos. El único dolor o espinita que quedaba eran las comparaciones, los "tu hermano es esto y tú lo otro", no sólo de familiares sino también de profesoras, ya que acudíamos al mismo colegio, y eso que "a priori" yo era "la mejor" parada, la que estudiaba, la que sacaba notas, la obediente... Y con el tiempo hizo resentir mi relación con ellos en algunos momentos.
Al ser madre, en mi segundo embarazo, quise romper con esos patrones culturales de: "eres el mayor" "tú eres más pequeño" "los hermanos se tienen que querer" y permitir que el vínculo entre ellos se formara por sus propias vivencias y emociones, tal y como lo viví yo pero sin la presión social, sin la obligación.
Para ello, recordé todas esas cosas que por intuición ya había puesto en práctica cuando trabajaba con niños y adolescentes que no eran mis hijos, con los que tenía que compartir mi atención y cariño. Indagué y leí mucho sobre psicología infantil, sobre las relaciones entre hermanos, sobre las necesidades y el amor que surge de las relaciones familiares, y, la frase que más caló en todo ese proceso de búsqueda fue: "cuando tienes 2 o más hijos el amor se multiplica". ¡Justo lo contrario a lo que había escuchado siempre!, eso de compartir el amor... ¡Yo era capaz de generar tanto amor como ellos necesitasen y a mi me apeteciera dar!.
Y me permití actuar en consecuencia.
La primera persona en ver a Pablo tras el parto fue Juan. Ya desde antes hablamos de lo que implicaba tener un hermano, le contábamos cómo nos imaginábamos la vida con otro niño en la familia, y él con 16 meses ponía caras, decía alguna palabra e íbamos identificando qué sentía. Aceptábamos sus emociones, sus enfados y le poníamos palabras a lo que nos comunicaba, y sobre todo, le queríamos y le abrazábamos. Acoger a Pablo en nuestra vida implicaba seguir queriendo a Juan como el ser individual que es, con su esencia y su modo de ver el mundo. Y estar para los dos.
A medida que fueron creciendo, Pablo también fue manifestando sus propias inquietudes, sus ganas de estar o no con su hermano, "de compartir" a su mamá... Y volvía a nosotros la multiplicación: el amor de nosotros crece y crece para los dos, para amar a los dos.
Actuar en consecuencia para nosotros implicaba atender a las necesidades afectivas de ambos, acompañar a ambos y respetar a ambos.
Antes de ellos nacer, me encantaba fantasear con una familia llena de niños que se amaban y cuidaban entre ellos, que les gustaba estar juntos, y que convivieran felices. Y por supuesto tras nacer ellos mi corazón seguía alimentando ese deseo, y permití que así fuera dejando que se construyera el vínculo, sin obligaciones ni prejuicios.
En estos 4 años hemos vivido momentos muy duros, y no tanto por los celos o no celos, sino porque acompañar tal y como lo hacemos nosotros requiere de un esfuerzo que quizás no preveíamos sería así, y que también interfiere en nuestra relación con ellos y en cómo estamos atendiendo sus necesidades. Duros porque a veces hemos experimentado angustia o preocupación sobre si lo que hacíamos realmente germinaría como esperamos.
En estos 4 años hemos vivido momentos maravillosos, mejor de lo que nos imaginamos. Momentos de amor puro, de cuidado, de abrazos, de besos, de ser una piña, una familia... Escuchar: "lo que más quiero en el mundo es a papi a mami a mi hermano y a mi" es mucho más de lo que esperamos. La empatía y el acompañamiento que con tan tierna edad se tienen entre ellos es más que reconfortante y alentador.
Entiendo ahora que esperar va ligado a ofrecer. Yo espero una relación agradable y respetuosa entre hermanos y para ello ofrezco cercanía y respeto hacia sus necesidades individuales. Y así el amor se multiplica, de mi hacia ellos y de ellos hacia mi.
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