sábado, 20 de diciembre de 2014

¡Sorteo por los 1000 amigos en Facebook!

¡GRACIAS! ¡GRACIAS! ¡MIL GRACIAS!

Llevo algunos días dando vueltas sobre cómo hacer el sorteo, y por fin he dado con la fórmula que me ha gustado.

Cuando empecé en esta andadura daba unos servicios que ahora no tengo, pero uno de ellos evolucionó y sigue estando presente en mi trabajo: Cuentos Personalizados. En la actualidad es un servicio que doy junto a Teresa García desde ConCuentosYMás.... Y ¡queremos regalarte uno!

Si quieres participar en el sorteo, si quieres conseguir tu cuento personalizado,  sólo tienes que: 
1. Si aún no lo has hecho, darle a "me gusta" en mi página de Facebook Jugar y Crecer Feliz.
2. Compartir en tu muro de Facebook una de las entradas del blog explicando qué te gusta de Jugar y Crecer Feliz. 
3. Mandar privado confinando tu participación en el sorteo. 

Fecha límite de participación: 23:59 del 28 de diciembre de 2014.
Fecha de realización del sorteo: 30 de diciembre de 2014.

El sorteo se realizará mediante plataforma online y será publicada la pantalla del resultado final en el blog y el muro de Facebook de Jugar y Crecer Feliz. También contactaré por privado con la persona beneficiaría.

El Cuento puede ser para ti o regalárselo a otra persona, gastos incluidos dentro del territorio español. 

jueves, 11 de diciembre de 2014

El día que decidió saludar.

Recuerdo la tarde que nos encontrábamos en el parque San Telmo y me hizo correr detrás de una ciclista porque quería saber su nombre. 

Primero corrió él, lo más rápido que pudo... Y cuando parecía desfallecer me miró con cara de súplica porque quería alcanzar su meta. Con su hermano en brazos corrí y corrí hasta que pude decir: "¡perdona! El niño quiere preguntarte algo"... Y él preguntó:    "¿Cómo te llamas tú?". La chica respondió y él dijo: "estoy encantado de haberte conocido".

Se habían tropezado en la otra punta del parque, y la chica, con una sonrisa muy dulce le había preguntado su nombre y tras escuchar "Soy Juan", siguió pedaleando. Y él quiso saber su nombre. Quiso saludarla y quiso ser amable con ella. Si alguien me cuenta que esto iba a suceder algún día no habría dado crédito. 

Me ponía en la piel de su familia, mi familia, cada vez que querían darle un beso y él se negaba. Entendía que ellos necesitaban demostrar su amor, ser cercanos con aquel bebé que había llegado a la familia y por el que tanta felicidad sentimos. Entendía que ellos buscaran la manera, su manera, de sacarle los besos y las sonrisas, de sentirse a su vez queridos por él. 

Entendía, sobre todas las cosas, que aquel bebé, mi bebé, tenía otras necesidades y un modo distinto al que culturalmente estamos acostumbrados de comunicarlas, de transmitir sus emociones y también su rechazo. Entendía que por esa misma cultura no estamos acostumbrados a que "se le permita a un bebé" dejar de saludar, o incluso manifestar abiertamente que no quiere hacerlo, porque es de mala educación y se hieren los sentimientos de los otros, y por tanto que se cuestionara mi modo de "permitir" a mi hijo expresar sus emociones. 

Mi modo de actuar, a veces no tan empática con los demás ya que mi condición humana es una realidad y hay situaciones en las que me sorprendo a mi misma de nuevo con ese carácter fuerte y tajante, era explicar en voz alta y en general al aforo presente que a Juan no le apetecía saludar, que no quería estar en ese sitio, que podría estar cansado, o simplemente que estaba centrado en otra cosa, en función del contexto en el que sucedía, y que, cuando le apeteciera, saludaría.  Él se abrazaba fuertemente a mi y me miraba. Le acompañaba, le explicaba que los demás querían demostrarles su amor o su simpatía, que él podía no saludar si quería, y que yo aceptaba su emoción. Y a mi familia, su familia, le explicaba nuevamente si era necesario, si yo lo necesitaba. 

Había sido "educada" con él, había estado pendiente de cómo se sentía y no había violentado una situación. Puede que por ser un bebé no se vea que eso es lo que sucede y se pueda pensar que en realidad "no estamos enseñando al niño a empatizar, a convivir, a respetar..." Y esa reflexión me trae de nuevo la frase tan reveladora que leí de Virginia M. Axline "Nadie conoce sobre el ser humano tanto como el propio interesado. La libertad responsable crece y se desarrolla desde dentro de la persona. El niño debe aprender primero a respetarse a sí mismo, mediante la sensación sentida de dignidad que brota de la comprensión de sí mismo, antes de que pueda aprender a respetar las personalidades, los derechos y las diferencias de los otros". 

Total, que hace unas noches mientras hablaba con su padre en la cama antes de dormirnos, le contaba que quería escribir sobre esto, sobre cómo realmente sí había decidido saludar y ser amable o simpático o empático con los demás. Y su padre había visto esa misma evolución. Lloramos entre risas contándonos situaciones en las que participa de este teatro de la vida, de este compartir y hacer ver a los demás que sí les importa... 

Recuerdo a mi bebé de 18 meses cerrando la puerta a su yeya (que tanto tiempo dedico a su cuidado con entrega y cariño) a la vez que decía: "vete yeya, no vengas a mi casa" y le veo ahora mirarla con brillo en los ojos y decirle: "¡hola yeya! Te he echado mucho de menos... ¡Te quiero hasta el infinito y más allá!".... O llegar a casa de su abuela Pino, a la que en otro momento a duras penas miraba o daba un beso, entrar en la cocina y decirle: "¡hola abuela! ¿Qué estás haciendo?" Y plantarle un beso en la cara. Sin guiones ni obligaciones, y por tanto puro, limpio y desde el corazón, desde dentro.

Termino con el tintineo de su voz en mi cabeza diciendo: "¡Hola señor! ¡Hola chica! ¡Hola niño!"... Y pienso que definitivamente sí, ha decidido saludar.