Cuando me dijo: "mamá, quiero jugar al fútbol en un equipo de niños de 4 años", el cielo y la tierra se juntaron, y me vi muy chiquitita en aquel momento.
Desde los inicios de nuestra relación, su padre y yo fantaseábamos con la idea de tener a Juan (Juanito en nuestros sueños), con llevarlo al parque, dormir las siestas abrazados a él y ser sus compañeros de viaje. Además soñábamos con tener más hijos, y compartir muchas aventuras en familia. Pero, había una cuestión en la que parecíamos ser inflexibles y que ahora valoro incluso como irrespetuosa: no queríamos que jugara al fútbol, ni él ni ningún hijo.
Detrás había mucho miedo, inseguridad, valores que no queríamos transmitir a nuestra familia y sobre todo amor profundo por su persona y su integridad. Nosotros, seguidores de deportes (tenis, fórmula 1, olimpiadas...) y ambos conocedores del fútbol desde dentro por infancias ligadas a ello y por ser adultos aficionados que incluso acudíamos al estadio, sabíamos qué nos preocupaba en todo el asunto, tanto así que desde que nuestros peques han llegado hemos dejado un poco aparcadas estas aficiones para que fuera algo que descubrieran poco a poco y por sus intereses.
Juan nació, y desde bien pequeño amaba el balón, se sentaba con un año a ver partidos en la tele y con dos hizo su primera colección de estampas de la liga; cada domingo junto a su tío llenaba el álbum y conocía los escudos de muchos equipos.
Con él seguimos creciendo, y también nuestra visión de la creatividad, de la educación, de las actividades dirigidas y de las relaciones humanas. Así que más claro si cabe aún, la reafirmación en nuestras creencias hacia el fútbol y su participación en un equipo.
Así que, cuando me dijo muy seriamente que quería jugar en un equipo... Mi corazón se paró durante 5 segundos y mi mente en blanco no me daba salida, porque en el fondo sabía que su idea, la de Juan, era bastante clara y que sería perseverante hasta conseguirlo. Recordé todas esas herramientas y estrategias que yo misma divulgo desde mi trabajo y salí del atolladero emocional en el que me encontraba, y decidida le respondí: "¿quieres jugar al fútbol en un equipo?, ¿es eso?" Sus ojos y sonrisa viva se clavaron en mi a la vez que decía: "sí mamá, ya te lo he dicho, ¿es que no me has escuchado?" Y ya el torbellino de palabras salieron por si solas desde mi corazón: "veo que te gusta mucho el fútbol Juan, ¿quieres ir a entrenar varios días a la semana?" (Asentimiento) "no se si encontraremos un equipo para niños de tu edad" ("mami a lo mejor Ramón sabe si hay un equipo"-su tío es entrenador y coordinador de un equipo) "a mamá y a papá nos preocupan algunas cosas del fútbol, por ejemplo en los partidos la gente grita para hablar a los jugadores y algunos entrenadores también" ("mami, ¿por qué hacen eso? Si gritan no podré pararme los goles porque no me concentro") "Juan, creen que así podrías hacerlo como ellos esperan, ¿te apetece probar?" ("Claro mami, ya te dije que yo quiero jugar en un equipo de fútbol").
La decisión estaba tomada, y nuestro hijo comenzaría en breve a jugar... Y ayer sucedió.
En el coche nos decía que estaba ilusionado porque era su primera vez entrenando en un equipo, la emoción le acompañaba desde días atrás que le acompañamos a comprar lo necesario para su entrenamiento y le dimos la fecha de inicio... Su cara era pura alegría y asombro al verse entrar en el campo. Allí estábamos, papá, mamá y su hermano, juntos en esta nueva aventura. Su tío también vino... Y sus ojos al verlo se encendieron: ¡ya voy a entrenar!.
La siguiente hora y media se nos pasó entre sonrisas, risas y carcajadas... A sus cuatro años concentrado en cada jugada, en los movimientos del balón y sus compañeros, trabajando en equipo, escuchando las necesidades de los demás y buscando un lugar en el que sumar, abrazos cómplices de sus compañeros (todos de 8 años porque no vinieron los de su edad) cada vez que él tocaba el balón y marcaba un gol, seguridad en si mismo....
Hubieron cosas que sabía sucederían y que no me apetece detallar porque además no tuvieron que ver con Juan en particular, él estaba entre algodones, y porque el detalle más importante lo tuvimos al cogerlo en nuestros brazos para marcharnos: "mamá, papá, me ha gustado mucho, quiero seguir viniendo". Mi respuesta inmediata fue: "¿estás feliz Juan? ¿Te ha gustado todo?", "no mami, no me gusta como habla el entrenador y algunas cosas no las entiendo, pero yo quiero venir y aprender y hago ese esfuerzo". Lo abracé muy fuerte, le di un beso y respondí: "te quiero mucho, aprendo de ti en cada instante. Mamá y papá estamos aquí para lo que necesites".
Escribo todo esto porque me apetece compartirlo, para mi ha sido dar un paso de gigantes, de superación de miedos, de acompañamiento a sus necesidades e intereses, de respeto profundo hacia él, hacia nosotros y hacia el trabajo de los demás.
Quizás su necesidad sea jugar algunos años y dejarlo, quizás hacerse jugador profesional, o árbitro, o entrenador... O una afición más. Ahora lo importante es que él ha decidido a qué jugar para crecer feliz.